viernes, octubre 19, 2007

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Tú no puedes saber el dolor que se siente cuando ves a la persona que ha sido objeto de todos tus cuidados y desvelos pendiente de un hilo, no, tú no lo puedes saber.

Tú no puedes saber la angustia que se siente cuando te llaman a las tantas de la madrugada; te sacan del sueño y te dicen que vayas corriendo a urgencias.

Tú no puedes saber que se siente mientras se espera a que te den el resultado del primer diagnóstico.

Tú no puedes saber, como la mente se descontrola, como uno se tiene que tragar las lágrimas y aguantar el tipo porque hay mas personas que se agarran a ti buscando un punto fijo y estable.

No, tú no puedes saberlo porque no es tu hijo o tu hija los que están en una cama de hospital.

Y tampoco sabes los muchos cafés que se toman para estar despierto esperando que cuando se entre de nuevo en la habitación haya un cambio positivo, ni las caminatas por esos pasillos que se hacen interminables.

No sabes como se quedan los ojos, rojos de llorar y de la luz artificial.

No sabes como se queda el cuerpo de dolorido de pasar las noches en un sillón, esperando cualquier pequeño cambio, un milagro, lo que sea pero que las cosas vayan bien.

No sabes las veces que uno se sorprende con los brazos cruzados como si sostuviera a un bebé, porque en ese momento se desea que todo volviera a cuando eras una cosita preciosa que se te sostenía así y que eras todo ojos, y ese pensamiento alegra al visualizarte así pero la amarga realidad hace caer los brazos porque ya no eres un bebé y los brazos que te sostienen ahora son los hierros de una cama y los brazos del personal que te cuida.

No sabes que se pierde el gusto por todo, no sabes que se pierde el olfato, el tacto y las buenas formas y que cada día la irritación aumenta y algunas personas que no tienen culpa pagan el mal humor y la desesperación.

No sabes con que ansiedad se esperan los resultados de las analíticas, los comentarios de los médicos, las pequeñas atenciones, los benditos signos de evolución positiva.

No sabes como podemos llegar a odiarnos porque pensamos que en algo hemos fallado educandote o dándote cosas.

No sabes lo enfadados que estamos por todas las causas que en maldita la hora se juntaron y dieron como resultado que estés en esta situación.

No sabes el dolor que produce el ver a un hijo cuando sufre o se encuentra en un estado tan horroroso y no sabes con que ansiedad incluso los no creyentes invocan a cualquier dios pidiéndole que te salve y que tome nuestra vida en lugar de la tuya.

No sabes lo que duele el silencio, no sabes nada porque no tienes un hijo en esa situación y no sabes lo que tus padres están pasando porque eres tú, el que esta en una cama, con tubos de goma metiendo sueros en tus venas, sondas para recoger la orina y mascarilla de oxígeno.

Y todo esto por no llevar puesto el casco, ¿tan difícil era ponerse el puto casco?, lo que podría haber sido un susto, es ahora un desastre.


5 comentarios:

Vicente Corbí dijo...

No Ard, no lo se. Pero lo siento.

VIC

Ruvias Intelijentes dijo...

jo

todos los hanimos, los carinyitos i los mejores deseos. de corazon.

vesis!

Anónimo dijo...

lamento que hayas tenido que escribir un post tan triste. ánimos y un abrazo.

ARD dijo...

Gracias a los tres.

el Shysh dijo...

eres tu el padre o un familiar cercano? me has dejado parado. Ánimo y que la espera no sea larga ni infructuosa.