Contraluz de un fragmento de la Carta de Nagarjuna caligrafía y aguada obra de Ard C.
Suelen los creyentes tener sus escrituras sagradas como un depósito de sabiduría trascendental donde se esconden mensajes y enseñanzas que si no dan la felicidad al menos pueden paliar el dolor y los males de la existencia.
Biblia, Corán, Vedas, Upanishads, Tao Te King, Los sutras, el Kangyur, El Arda Viraf, la Torah, el Talmud,, el Grand Shahib, los Puranas, las Analectas, los Evangelios Canónicos y los Apócrifos, el Libro de los Muertos Egipcio, el Libro de los Muertos Tibetano, etc etc.
Todos ellos tienen un carácter sagrado y mucho cuidado con cuestionar su autoridad, una autoridad que únicamente les viene dada por su antigüedad y por el peligro que ha conllevado en muchas ocasiones su análisis, crítica y cuestionamiento.
¿Y es necesario para ser feliz el poner en práctica todo lo que dicen?, pues la verdad es que no.
La felicidad no se consigue poniendo en práctica arcaicas leyes que no van con los tiempos actuales, ni creyendo en las fábulas o mitos que encierran.
No se puede negar, que algunas perlas de sabiduría encierran estos libros, pocas pero muy valiosas que pueden ser una guía pero nunca la solución.
La solución al problema de la obtención de la felicidad y de la armonía no se encuentra entre esas páginas, se encuentra en la vida diaria, dejar que palabras escritas hace miles de años tomen el control de nuestras vidas por medio de predicadores o sacerdotes solo sirve para dar nuestra vida al polvo en que se convirtieron hace mucho aquellos que escribieron estas cosas.